jueves, 26 de febrero de 2015

Los afortunados

LOS AFORTUNADOS

Somos los afortunados.
Los que no escuchamos nada.
Los que no lo vimos llegar.
Los que no tuvimos tiempo ni de preguntar qué demonios fue eso.

Somos los afortunados.
Puñados de cenizas llevados por el viento.
Los que no nos quedamos en el mundo arrastrando un cuerpo mutilado.
Los que no saboreamos la agonía.
Los que no dejamos una tumba sobre la cual llorar sin poder pasar página.

Somos los afortunados.
Los que no tuvimos tiempo de arrepentirnos.
Los que no escuchamos sermones sobre nuestras almas sucias.
Los que no nos quedamos esperando un salvador.

Somos los afortunados.
Los que ya aprendimos que no hay nada más allá, porque no hay más allá.
Los que descubrimos que es un solo strike y estás fuera.
Los que nunca escribimos esto que tú no estás leyendo.

martes, 24 de febrero de 2015

Aguacates



A Carlos se le ha terminado la cerveza y le grita a María que corre asustada. Su ojo izquierdo amoratado explica porque está tan nerviosa.
Diez años de matrimonio y un par de costillas rotas le han enseñado a ser lo que Carlos llama una buena esposa.
El grito de Carlos no contiene información alguna pero tampoco hace falta, María lleva una cerveza en la mano derecha y un vaso limpio, recién sacado del congelador, en la izquierda.
Carlos agarra botella y vaso sin dar las gracias. De todas maneras ella tampoco esperaba que lo hiciera.
María se sienta cerca de Carlos pensando cómo decirle que hace falta ir al supermercado. Por un lado Carlos ha bebido mucho y a ella no le hace gracia que la lleve en ese estado (No sería la primera vez que Carlos se duerma al volante y lo despierte un muro), pero por otro lado que llegue la hora de la cena y no haya nada listo es algo que le produce más miedo que un accidente de tránsito.
Carlos ve “¿Quién quiere ser millonario?” y está hecho un erudito.
– ¿Sabes cuál es el origen de la palabra aguacate?
El rostro de María se ilumina por un segundo. La charla insustancial es lo más parecido al afecto que Carlos le da. Con el tiempo, frases como “¡Qué calor hace!” y “No veo la hora de que sea comienzos de mes”, se han convertido para María en “Gracias por la cerveza” y “Te quiero”.
No sabe el origen de la palabra aguacate, pero no quiere perder la oportunidad de ser tratada durante unos segundos como una persona así que aventura:
– ¿Será algo de agua no?
Carlos unos segundos antes ignoraba la respuesta, acaba de verla en el concurso pero le contesta como si lo hubiera sabido siempre y María fuera una pobre ignorante.
– Viene de “ahuacatl” y significa testículo.
María ríe. Supone que para él es una gracia y que espera que ella se la festeje. Este podría ser un buen momento para decirle lo de la compra.
– Hay que ir al súper, ya se acabó la comida.
– ¡Mierda! ¡No puedes ser más inútil! ¿Te parece qué el puto calor que hace fuera es como para salir de compras?
– Puedo ir yo sola si …
– ¿Estás loca? No te soltaré el auto, espera que me arregle un poco. Será estúpida la…
María sabe que conduce mejor que él, pero no dice nada. Sigue en silencio cuando sale de casa entre insultos y sigue en silencio incluso cuando desde el auto Carlos grita obscenidades a una vecina de 16 años. María sólo rompe su silencio en el supermercado para decir:
– ¿Puedes por favor coger unos aguacates mientras hago cola en la carnicería?
Carlos está sorprendido por lo que considera una osadía, la mira con desprecio y contesta entre dientes:
– ¿Me has visto cara de verdulera? Escoger aguacates es una de las pocas cosas en las que un hombre se fiaría de tu criterio, así que no la desaproveches.
María descubre los aguacates a pocos pasos de Carlos, escoge unos pocos y vuelve a la cola.
– ¿Ves como podías tú solita? Tu momento estelar y estuviste a punto de desperdiciarlo.
María guarda silencio nuevamente, esta vez durante el resto del día.
Debían ser las cuatro de la mañana cuando un suave peso sobre el cuerpo y un extraño cosquilleo despiertan a Carlos. Sus ojos se acostumbran rápidamente a la oscuridad y distingue la silueta de su mujer sobre él.
¿Querrá follar a estas horas la muy puta? se pregunta sin terminar de despertarse.
Su mujer, o más bien esa sombra que parece ser ella, alza la mano y Carlos ve el resplandor de la hoja de un cuchillo.
Es todo lo que necesita para despejarse del todo. Se intenta levantar y descubre que está atado.
– ¿Te has vuelto loca? ¿Pero qué demonios crees que haces zorra?
María mueve el cuchillo por el pecho de Carlos, despacio, cada vez más abajo. Cuando Carlos siente que el cuchillo acaricia su prominente barriga y sigue bajando, deja escapar a la vez la orina y un grito de furia y miedo.
– ¿Qué demonios te propones maldita loca?
– Tranquilo, no pasa nada. Sólo voy a llevarme un par de aguacates. Será mi momento estelar.

sábado, 21 de febrero de 2015

Bajo el puente

La rubia  dejó su mochila de camping en el suelo y exclamó con su español de acento teutón:
-Al menos el puente es bonito y parece nuevo, no creo que me caiga encima.
-Tranquila, fue construido en 1991 lo que es más bien reciente para un puente.
Una vez repuesta del susto y acostumbrada a la penumbra, echó un vistazo al propietario de la voz y se dio cuenta que no debía tener más de cuarenta. Aunque harapiento iba aceptablemente limpio.
-Hola, amigo, no lo había visto. Me asaltaron y hasta mañana no me envían dinero mis padres. Pensé guarecerme aquí esta noche pero veo que está ocupado.
-Mi puente es tu puente. No creo que nadie más venga esta noche y tengo un sandwich extra.
Arrojó a la chica un paquete de papel aluminio y sacó otro más para él.
-Mi nombre es Margareth. Y usted es...
-Leopoldo Villamizar, a su servicio- Respondió sonriendo y haciendo una reverencia que ella encontró graciosa.
-¿Cómo sabe que el puente es del 91?
-Ya se lo dije: Es mi puente, lo inauguré en 1991. La idea (Y admito que no me resultó del todo) era combinar recursos arquitéctonicos que habían caído en desuso desde el siglo XIX con materiales modernos como el acero y el vidrio templado. No es mi mejor obra, pero no está del todo mal y protege de la lluvia.
-¿Ustes es el arquitecto, ingeniero o lo que sea, que hizo este puente?
-Las dos cosas, arquitecto e ingeniero. Y si hubiera podido habría sido hasta el que mezclaba concreto.
La historia que siguió a continuación era propia de ese Macondo que Margareth buscaba sin éxito en su recorrido por Colombia. Una historia de triunfos y fracasos, de pecados y penitencias, de ascensos y caídas.
Cuando Leopoldo terminó, Margareth lloraba. Entonces fue el turno de su historia.
La de ella era mucho menos impresionante: Niña rica se larga de paseo con una mochila al hombro, es asaltada y acaba bajo un puente esperando que papi mande más dinero.
Lo más interesante que le había pasado hasta ese momento había sido terminar ahí, escuchando encandilada una historia asombrosa. Lo más alucinante de su vida había sido acostarse con un indigente bajo el puente que él había diseñado en tiempos mejores.
A la mañana siguiente se levantó de puntillas, recogió sus escasas pertenencias y se fue sin despertar al arquitecto venido a menos.
Leopoldo Villamizar fingió no verla partir y continuó con los ojos cerrados hasta que alguien lo pateó suavemente.
-¡Mucho hijueputa parce! ¡Se comió a la gringuita jajaja! No me diga que le contó la historia del arquitecto. Quién iba a pensar que esa güevonada sirviera para conseguir hembras.
-Ya ves, no es la primera.
-¿Carlos pero cómo carajos no se dan cuenta que todas esas maricadas del puente las leyó en la placa que está ahí mismo?

sábado, 14 de febrero de 2015

Evocando a Eva

No veía a Eva desde mis dieciséis años. Por aquel entonces ella tenía treinta y dos, una curvas de infarto y el monopolio de las pajas del colegio.
No había un adolescente en el pueblo que no se hubiera pasado horas encerrado en el baño o en su cuarto masturbándose a la salud de Eva hasta sentir que moriría deshidratado.
Bueno, tal vez no Brian porque era su hijo, aunque lo pillé idiotizado en más de una ocasión viendo el firme trasero de su madre.
Especulaciones edípicas aparte, Eva era también la dueña de todas la charlas de aquella época. Creo que buena culpa de la injusta fama de homosexual que tenía yo en esos años se debía a esas conversaciones. Todos se lanzaban entre risotadas, gestos obscenos y onomatopeyas, a describir qué le harían a Eva, por qué agujero se lo harían y cuántas veces. Yo intentaba sonreír y buscaba incómodo una excusa para cambiar de tema, lo que unido a que no tenía novia, levantaba suspicacias.
Pero no era eso, era que estaba celoso. Yo no deseaba a Eva simplemente, yo amaba a Eva y quería matarlos a todos con mis manos por tocarla aunque fuera en sus mentes sucias.
"Tal vez está enamorado de tu mamá, Brian". No recuerdo quién lo dijo pero todos rieron como si se tratara de algo absurdo. Hasta Brian descartó la idea entre carcajadas.
" A lo mejor me estoy comiendo a tu mamá, Brian", dije fastidiado y todos menos Brian echaron a reír ante la inconcebible idea.
Con el tiempo tuve que largarme del pueblo para estudiar. Cuando me despedí de Brian, su madre con los ojos un poco húmedos me abrazó y durante unos segundos sostuve mi cabeza febril entre sus tetas enormes y duras.
Cuídese mijito, fue todo lo que dijo mientras con disimulo yo bajaba un poco mis manos al soltar el abrazo, para fugazmente rozar su culo.
Regresé con treinta años y un divorcio encima. Mientras los albañiles restauraban mi antigua casa yo me pasaba las horas en la plaza, bajo un almendro que a veces me bombardeaba con pedradas vegetales, con una cerveza en la mano, viendo el culo de Eva menearse entre las mesas de su puesto de comidas rápidas.
Sus shorts seguían dejando ver mucha carne, pero ya no se veía tan fresca como antes. Sus tetas enormes ya no eran igual de firmes pero el escote seguía siendo generoso. 
Los más viejos seguían revoloteando a Eva, pero los adolescentes, por lo que he escuchado, ahora inspiran sus pajas en una rubia profesora de inglés.
Sólo yo seguía pensando que Eva era la mujer más bella del pueblo, porque yo no la miraba. Yo a Eva la evocaba.
Cuando todos se marcharon y el local cerró, Eva se retiró a su apartamento en la planta de arriba. Ahí vivía sola desde que Brian se casó. Todas las noches dejaba la puerta sin seguro para que el abogado del pueblo, antes conocido como el marica del pueblo, subiera a recordar viejos tiempos.
Porque a mis dieciséis no fantaseaba con Eva. Yo le hacía el amor a Eva.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Pensamiento positivo

Se repite una y otra vez que todo está bien, pero no logra convencerse.
Nada está bien.
Al demonio el pensamiento positivo. Decir que no está en la mierda no hará que apeste menos.
Decir que le espera una luz al final no hará que lo vea más claro.
Rumia su amargura cansado del buen rollo fingido, maldice su estampa y reniega de todo.
Se sumerge en su mierda hasta acostumbrarse al olor.
Sólo entonces empieza a sentir que todo va mejor, o por lo menos que podría estar peor.
Y sonríe.

Luchar contra los dioses

No puedo luchar contra los dioses. 
Lanzar golpes al aire y vanos desafíos
a seres invisibles,
seres inexistentes.
¿Qué me importa a qué dios adoras
siempre que yo pueda adorarte a ti?
Soy el sucio hereje,
el incrédulo, el que arderá en el infierno.
Te preocupa que nos separe la otra vida
y abres una brecha que nos separa en esta.

sábado, 7 de febrero de 2015

Las reglas del juego

Alejo lentamente mi boca de tus glúteos, con desgana, sólo el tiempo necesario para ver la leve marca de mis dientes y desear muy en el fondo que cuando vuelvas a casa tu marido la note.
Pero no, eso no ocurrirá. Él no suele fijarse en tu cuerpo como yo. Es por eso que estás aquí.
Mi lengua recorre lentamente tu espalda, sin prisas. Cuando llego a tu nuca ya estoy dentro de ti.
Te muerdes los labios, tu cuerpo se arquea levemente y mi mano aprovecha para apoderarse de tu pecho.
Suspiras y yo aumento la velocidad, nadie conoce tu ritmo como yo. Ya no es el fino ballet de unos minutos atrás, ahora es un salvaje rock de voces guturales y baterías vertiginosas. Tú gimes, la cama gime, mi brazo arranca la cabecera empotrada a la pared y busco en el borde de la cama un nuevo asidero para embestir con fuerza, como te gusta.
Tu grito y el mío se funden en uno solo, el chirriar de la cama de la habitación de al lado se detiene. Nuestro final épico ha captado la atención de los otros inquilinos ocasionales del motel.
Me desplomo sobre tu cuerpo,  sin soltar tu pecho, sin salir de ti. Mis labios mordisquean tu oreja y entonces sin pensarlo disparo a quemarropa: Te amo.
Por un segundo me miras incrédula, esperando haber oído mal. Mis ojos te confirman que he violado las reglas del juego.
"Imbécil" me gritas mientras te vistes. "Todo era perfecto y la cagaste", ruges mientras me arrojas a la cara mi ropa interior. Mi boca esboza un débil intento de disculpa y trato de poner mi cara de tipo duro e indiferente pero no me sale.
Me pides que no vuelva a llamarte y para mi confusión, las lágrimas se te escapan mientras dando un portazo, también escapas tú.