Carlos llamó a Roberto por teléfono y le dio la gran
noticia: Fueron admitidos. Habían sido rechazados cuando pidieron ingresar en
la logia de su ciudad, pero Carlos había encontrado por internet una logia
masónica que tenía su sede en un lugar a pocos kilómetros.
Sólo tuvo que pagar la inscripción con su paypal y le dieron
fecha para que se presentaran al ritual iniciático.
Esperaban algo más grande y majestuoso pero encontraron un
edificio destartalado de cuatro plantas. La primera planta tenía una cartulina
pegada en la puerta: NINFÓMANAS ANÓNIMAS. Ante semejante anuncio era imposible
no curiosear así que se asomaron con cuidado. Sólo había dos ancianas que se
comían con los ojos a un joven pastor que sermoneaba ajeno a todo.
Desde luego no había sido tan emocionante como supusieron.
Siguieron subiendo escaleras y tropezando cada pocos pasos
con latas de cerveza vacías hasta llegar al tercero. Ahí era donde se
convertirían por fin en masones.
Tocaron el timbre y un cincuentón barbudo y claramente
borracho les abrió la puerta. Se identificaron y los dejó pasar.
Eran unos 15 individuos, entre los veinte y los sesenta
años, todos con túnicas y todos ebrios. Carlos observó que había dos oficinas pequeñas. En una esperaba un grupo de mujeres y en la otra dos tipos
asustados con túnicas blancas que contrastaban con las negras del resto de
masones. Sabían que las mujeres ya participaban activamente en la masonería
moderna, pero habían notado que éstas llevaban la misma camiseta que las
ancianas de "Ninfómanas anónimas". Dos borrachos empezaron a pelearse
junto a ellos y por lo que entendieron el motivo de la discusión era la más
atractiva de las mujeres. En realidad físicamente ninguna era gran cosa a
juicio de Roberto.
Un tipo que se identificó como gran Maestre los saludó
efusivo y les invitó a pasar a la oficina de las túnicas blancas y ponerse
unas. En veinte minutos daría comienzo la ceremonia.
Se vistieron apresuradamente y escucharon con estupor a los
otros novicios preguntarles si se habían depilado.
El gran Maestre entró y les dijo que si ya estaban listos
empezarían inmediatamente la ceremonia porque las señoras amenazaban con no
dejar piedra sobre piedra si no comenzaban ya.
Los novicios salieron con paso lento y las damas como una
jauría desbocada. El barbudo de la entrada dejó ingresar a otro puñado de
mujeres con aspecto de ser prostitutas de las que Carlos llamaría "gama
baja".
Los ya iniciados buscaron acomodo entre las mujeres y el
gran Maestre empezó un discurso sobre la sagrada labor de su logia pero fue
interrumpido groseramente y se limitó a pedir voluntarias para el rito. Un par de mujeres se adelantaron e invitaron a los que llevaban
túnicas blancas a acercarse. Se despojaron de la ropa, agarraron cintas
métricas y se pusieron de rodillas frente a los
otros dos novicios quienes se habían colocado de primeros. Alguien comentó que era el momento de ver cómo andaban de mazo y las ninfómanas anónimas salivaron de forma pavloviana.
En ese momento Roberto comprendió que era lo que estaba mal
en todo eso. Le dio un codazo a Carlos quien miró el altorrelieve que coronaba
una de las paredes. Empezaron a retroceder pidiendo disculpas a los borrachos y
en cuanto llegaron a la puerta corrieron sin recuperar sus prendas de vestir.
Por error se habían inscrito en la logia de los MAZONES.
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