sábado, 14 de febrero de 2015

Evocando a Eva

No veía a Eva desde mis dieciséis años. Por aquel entonces ella tenía treinta y dos, una curvas de infarto y el monopolio de las pajas del colegio.
No había un adolescente en el pueblo que no se hubiera pasado horas encerrado en el baño o en su cuarto masturbándose a la salud de Eva hasta sentir que moriría deshidratado.
Bueno, tal vez no Brian porque era su hijo, aunque lo pillé idiotizado en más de una ocasión viendo el firme trasero de su madre.
Especulaciones edípicas aparte, Eva era también la dueña de todas la charlas de aquella época. Creo que buena culpa de la injusta fama de homosexual que tenía yo en esos años se debía a esas conversaciones. Todos se lanzaban entre risotadas, gestos obscenos y onomatopeyas, a describir qué le harían a Eva, por qué agujero se lo harían y cuántas veces. Yo intentaba sonreír y buscaba incómodo una excusa para cambiar de tema, lo que unido a que no tenía novia, levantaba suspicacias.
Pero no era eso, era que estaba celoso. Yo no deseaba a Eva simplemente, yo amaba a Eva y quería matarlos a todos con mis manos por tocarla aunque fuera en sus mentes sucias.
"Tal vez está enamorado de tu mamá, Brian". No recuerdo quién lo dijo pero todos rieron como si se tratara de algo absurdo. Hasta Brian descartó la idea entre carcajadas.
" A lo mejor me estoy comiendo a tu mamá, Brian", dije fastidiado y todos menos Brian echaron a reír ante la inconcebible idea.
Con el tiempo tuve que largarme del pueblo para estudiar. Cuando me despedí de Brian, su madre con los ojos un poco húmedos me abrazó y durante unos segundos sostuve mi cabeza febril entre sus tetas enormes y duras.
Cuídese mijito, fue todo lo que dijo mientras con disimulo yo bajaba un poco mis manos al soltar el abrazo, para fugazmente rozar su culo.
Regresé con treinta años y un divorcio encima. Mientras los albañiles restauraban mi antigua casa yo me pasaba las horas en la plaza, bajo un almendro que a veces me bombardeaba con pedradas vegetales, con una cerveza en la mano, viendo el culo de Eva menearse entre las mesas de su puesto de comidas rápidas.
Sus shorts seguían dejando ver mucha carne, pero ya no se veía tan fresca como antes. Sus tetas enormes ya no eran igual de firmes pero el escote seguía siendo generoso. 
Los más viejos seguían revoloteando a Eva, pero los adolescentes, por lo que he escuchado, ahora inspiran sus pajas en una rubia profesora de inglés.
Sólo yo seguía pensando que Eva era la mujer más bella del pueblo, porque yo no la miraba. Yo a Eva la evocaba.
Cuando todos se marcharon y el local cerró, Eva se retiró a su apartamento en la planta de arriba. Ahí vivía sola desde que Brian se casó. Todas las noches dejaba la puerta sin seguro para que el abogado del pueblo, antes conocido como el marica del pueblo, subiera a recordar viejos tiempos.
Porque a mis dieciséis no fantaseaba con Eva. Yo le hacía el amor a Eva.

4 comentarios:

  1. Me encantó el final. Todo un descubrimiento el abogado del pueblo. Con todo lo que aguanta en su adolescencia pensando qeu era un amor platónico, y era un amor correspondido... Muy bueno. Un saludo.

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    1. Accidentalmente boré un comentario. Gracias por visitar María.
      Saludos.

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  2. Precioso Jhon. Me encanta tu humor pero ese romanticismo tuyo, es único :) Un abrazo padrazo!

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    1. Gracias querida. Dormí a mi bichillo y vine a curiosear antes de dormirme que mañana madrugo.
      Abrazos.

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