jueves, 16 de abril de 2015

¿Puedo hablarle de Jesús?

El jefe llamó para decirnos que se sentía mal y que no iba a trabajar. Ante una situación así el segundo al mando debe sacar la casta, asumir el liderato y tomar decisiones que demuestren por qué ocupa el lugar que ocupa:
- Chicos y chicas, nos largamos; el pluma blanca no viene y no veo necesidad alguna de mirarles las putas caras hasta el lunes.
Una lluvia de folios tamaño carta vuela por los aires en una pueril celebración pero los miro ceñudo y se apresuran a recoger todo del suelo antes de partir peleándose la puerta de salida.
Muy maduro todo.
Regresé a casa caminando, como todos los días. Vivir a diez calles te da la oportunidad de estirar un poco las piernas y ahorrar combustible. Recuerdo que no llevé llaves y llamo a mi mujer cuando me faltan unos minutos para llegar. El timbre no funciona y ella pasa el día con los auriculares puestos (Eso o se los pone en cuanto me ve, las cosas no andan bien).
Tal vez le proponga almorzar fuera.
-Cielo, el dictador máximo está enfermo y hemos huído como ratas. En tres minutos estaré en el portal y no tengo llaves.
Ella dijo algo que no entendí y colgó. Un par de minutos después cruzo la última calle que me separa de casa y un loco en una Honda roja por poco me atropella. Quise gritarle algún insulto pero parecía el doble de grande que yo y decidí que era de buen cristiano saber perdonar. De todas maneras iba tan rápido que mientras hacía esas reflexiones ya había desaparecido de mi vista. Calculo que a esa velocidad ya debería estar llegando a los Urales.
En cuanto piso el tapete del portal oigo un zumbido y la puerta se abre al empujarla. ¡Cuánta eficiencia!
Cuando subo ella está en la ducha (O mejor dicho, ella corrió y se encerró en la ducha en cuanto abrió la puerta del departamento), yo me tiro en el sofá a ver las noticias.
La guapa presentadora apenas empezaba a tomar forma en la pantalla cuando suena el timbre.
Me asomo por la mirilla y veo a un desconocido con camisa y corbata que lleva un libro voluminoso en la mano.
¿Mormón, evangélico o testigo de Jehová? No lo sé y no me importa. Pero me gustaría saber quién es el idiota que les abre abajo,
Decido volver a mi sofá pero timbra de nuevo. Mejor lo despacho.
-Buenos días amigo ¿Puedo ayudarle en algo?
-Buenos días señor. He venido a hablarle de Jesús.
-Lo siento compa pero en esta casa somos... sintiempistas.
.¿Eh?
-Gente sin tiempo, amigo. Tenga usted buen día.
Le cierro la puerta riendo de mi estupidez y lo escucho gritar a todo pulmón.
-No me iré sin que me escuche. Es importante que sepa lo que tengo que decirle sobre Jesús.
El hombre calla por unos instantes mientras lo espío por la mirilla, Parece estar reflexionando sobre qué palabras usar. Abre nuevamente la boca y grita:
-¡Jesús tiene una moto roja! Viene a su casa en cuanto usted sale. Quiere todo lo suyo; ya tiene a su mujer y pronto tendrá sus bienes. Acabará con su buen nombre, lo llenará de deudas y mancillará su hogar hasta que se aburra. Como me hizo a mí.
Detrás mío una pálida versión de mi mujer escucha sentada en el sofá y cuando me giro se pone apresuradamente los auriculares.
Durante un par de minutos el hombrecillo aquel se queda parado sin decir nada y finalmente se va.
Sigo mirando como un idiota el pasillo vacío durante un rato y cuando logro reaccionar voy a la nevera y busco una cerveza.
Me siento en el sofá y le quitó un auricular a mi esposa. Ella me mira y le pregunto:
-¿Conoces a Jesús?


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