Por aquella época no había redes sociales y en el barrio
ningún niño podía permitirse una computadora o una Nintendo así que pasaban el
tiempo jugando fútbol y corriendo por el destartalado y enmontado parque del
descabezado.
En realidad ese no era su nombre pero alguien se llevó la placa de
bronce de la estatua (Que ya había perdido la cabeza mucho antes) por lo que ningún
niño sabía a quién representaba. Un día Jaime y Luis incluso llegaron a los
golpes cuando el uno llamó idiota al otro por decir que era una estatua de
la virgen pero con pantalones.
Eran tiempos de yoyo, trompo y cometas. Tiempos felices en
general, y a pesar de la pobreza, un buen lugar para ser niño.
Cuando dejó de soplar el viento de agosto se pusieron de
moda las hondas. En realidad era un nombre incorrecto pero así se les conocía
en esta región. Nada de resortera, cauchera o tirachinas como dirían los más
internacionales. En ese entonces todos las llamaban hondas.
Los niños más habilidosos las hacían ellos mismos con madera
y mangueras de las que se usaban para inyectarle suero a los enfermos; los más
torpes recurrían a sus padres, pero todos tenían una y la habilidad para darle
al objetivo determinaba su posición dentro del grupo.
Aquella mañana de domingo seis de los más traviesos y mugrosos niños del barrio jugaban a
golpear latas desde unos diez metros,
con más fallos que aciertos; cuando apareció el caníbal llevando una sniper
2000.
Andrés “Caníbal” Fernández tenía unos once años igual
que los demás pero un padre alcohólico,
una madre prostituta y un tamaño propio de un quinceañero lo habían convertido
en una amistad prohibida para cualquier otro niño de la zona. Niños que de
todas maneras nunca habían mostrado interés en confraternizar con alguien que
había destrozado a palos a tres chicos mucho más grandes que intentaron
quitarle la merienda.
Bueno, no intentaron acercarse hasta que le vieron la sniper
2000.
Una sniper 2000 era el sueño de todo aficionado a lanzar
piedras. Hecha en materiales diseñados por la nasa según la publicidad de los
cómics, era perfectamente ergonómica, llevaba una culata ajustable que reposaba
en tu antebrazo dando estabilidad al disparo y lanzaba piedras a una velocidad y con una fuerza capaces de
atravesar el metal (Bueno, eso también según la publicidad).
Cómo a un padre alcohólico y una madre prostituta se les
ocurrió comprarle algo tan caro y peligroso a un niño apodado caníbal era todo un
misterio.
Los niños enmudecidos observaban cómo el caníbal colocaba
botellas sobre una banca y se acercaba a ellos contando los pasos. Cuando
estaba a unos veinte metros decidió que era suficiente y montó su sniper con
una piedra negra que sacó de su bolsillo. David, el más osado del grupo, dijo
con voz temblorosa:
-Imposible, nadie le da a esa distancia.
El caníbal sorprendido de que alguien le hablara los miró
con ojos enormes durante un segundo y luego fingiendo indiferencia replicó:
- - Ayer lo hice varias veces.
Debieron tomar el hecho de que el caníbal no los asesinara
como un permiso para acercarse porque tímidamente lo fueron rodeando para
admirar mejor aquel portento de la tecnología espacial. La legendaria sniper
2000 en vivo y en directo.
Aunque fastidiado porque no lo dejaban disparar, el caníbal
contestó a todas sus preguntas, tal vez por primera vez sintiendo que era un niño
del barrio. Sin embargo su voz ronca y sus brazos enormes impedían que alguien
se atreviera a pedirle permiso de tocar aquella cosa.
Un pájaro solitario de esos que llamaban tierrelitas se posó
en lo que quedaba del cuello de la estatua, a unos diez metros de ellos.
- - ¡Una tierrela! - Gritó David y rápidamente lanzó una piedra
con su honda de madera pero pasó lejos del pájaro que no pareció percatarse de
nada.
Todos los niños empezaron a lanzar piedras hacia la estatua y
el pájaro totalmente ajeno al peligro movía su cabeza distraídamente. La lluvia
de piedras cada vez pasaba más cerca del ave pero era también cada vez menos
tupida. Los brazos se cansaban y aquel pajarraco parecía haber hecho un pacto
con el diablo.
David agarró la última piedra que le quedaba y se acercó
a unos cinco metros.
Estaba punto de disparar cuando la voz del caníbal lo detuvo:
- -Yo lo haré.
Se alejó un poco más quedando a unos doce metros de la
estatua, colocó en posición la piedra negra que no había podido usar aun y
estiró el brazo. Apuntó cuidadosamente y
cuando disparó todos escucharon el gemido del aire.
La piedra golpeó en el cuello de la estatua a pocos
milímetros de las patas del ave que esta vez sí salió piando lejos de ahí.
Había sido el que más cerca estuvo de darle, pero había fallado.
Los niños empezaron a reír con ganas y a rechiflar el fallo
de la sniper 2000. Andrés los miró frunciendo el ceño y torciendo la boca en una
mueca que les recordó a aquellos inconscientes que ese del que se estaban
burlando era el caníbal Fernández. David comentó de repente que su madre había hecho jugo de piña y todos corrieron
apresuradamente en lo que si no era una huida se parecía mucho.
El caníbal los observaba rabioso por las burlas y aun
alcanzó a escuchar como alguno hacía comentarios sobre las pretensiones de darle a botellas a veinte metros cuando no había podido pegarle
a un pájaro que estaba más cerca.
Los siguió observando, enfurecido por haber hecho el
ridículo ante ellos, hasta que los perdió de vista. Entonces sacó algunas
piedras del bolsillo y casi sin mirar destrozó en fracciones de segundos todas
las botellas que había colocado y que se
encontraban a más de los veinte metros originales.
Se disponía a acercarse a la banca para colocar más botellas
cuando el pájaro marrón volvió a posarse sobre el cuello del descabezado.
Andrés agarró una piedra y le habló al pájaro.
- -Por tu culpa quedé como un idiota.
Apuntó con cuidado y disparó. La piedra pegó nuevamente en
el cuello de la estatua y el pájaro huyó una vez más.
El caníbal miró el suelo a su alrededor en busca de piedras
aptas para su sniper 2000, recogió algunas con aires de entendido y cuando
levantó la mirada el pájaro estaba nuevamente
en lo alto de la destartalada escultura.
- - Pájaro imbécil. No debiste volver.
Nuevamente apuntó y nuevamente pegó en el cuello del
descabezado. El pájaro voló hasta la copa de un árbol, fuera del alcance de
cualquiera.
- -Quédate allá tonto. No podré cuidarte todo el
tiempo.
Recogió unas pocas piedras más y decidió regresar a su casa.
Le dirigió una última mirada triste a los árboles y a la estatua.
- -Acabarán matándolo, seguro.
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