domingo, 7 de junio de 2015

Lenguaje de signos

En realidad escribí este relato hace tantos años que no recordaba que existía. Me sorprendí al encontrarlo en un viejo hosting donde guardaba cosas y al tiempo me alegré, porque aunque soy un crítico feroz con mis propios relatos, este tiene algo que me gusta.
El lenguaje es bastante "español de España" porque lo hice cuando vivía del otro lado del charco.

Lenguaje de signos

Me esnifé la última rayita y me metí una pirula que no sabía exactamente de qué era. Salí de la habitación con un colocón que sólo una madre es incapaz de ver.
Me preguntó si quería desayunar y le dije que no. Me preguntó si iba a salir para algún lado y le dije que sí. Preguntó entonces dónde iba y en medio de la nube de coca que me envolvía no atiné a contestar nada coherente así que cambié mi respuesta anterior por un no. No iba para ningún lado.
No sé en qué momento sucedió, pero de repente me encontraba comiendo un desayuno que no había pedido.  Es lo que tienen las madres.
La gorda vecina del frente apareció en el salón con rostro preocupado. En realidad siempre tenía la cara como si le acabasen de dar un par de hostias.
Le pidió a mi madre que por favor fuese a buscar a su hija al colegio porque su madre (la de la gorda) se había puesto mala y debía ir a urgencias en seguida.
Mi vieja le dijo que ella tampoco podía ir porque tenía un compromiso ineludible y en ese momento supe, aunque mi madre no me hubiese ni mirado, que la había cagado al decir que no iba para ningún lugar. Intenté escapar disimuladamente pero era tarde, me encasquetaron el marrón a mí y a regañadientes acepté.
Cuando la vecina se largó, me cagué en todos sus muertos y le dije a mi madre que a mí no me metiera en sus follones.
Me dijo que le hiciese ese favor a la vecina; que la hija, esa pobre chica, era sorda y había que ir a buscarla. Pregunté si era sólo sorda o también idiota o paralítica, no podía entender cuál era el puto problema que le impedía regresar sola. Mi madre me miró mal y me dijo que tenía siete años.
Me harté de protestar y me dirigí a la dirección que me apuntó la vecina en un papel mugroso. Cuando llegué aún estaban en clase y me senté a esperar fuera.
La coca se me subía y el desayuno me estaba sentando mal. Los chicos empezaron salir en un silencio que me daba muy mal rollo y comencé a creer que también me había quedado sordo.
Todos usaban signos. Movían las manos en lo que a mí me parecían aspavientos absurdos y se reían con risas inaudibles. Cada vez más estudiantes, cada vez más signos.
Ahora no alcanzo a comprender los motivos, pero lo cierto es que empecé a sudar, esos chicos me ponían nervioso. Eran decenas moviendo las manos, tal vez conspirando para matarme delante de mis propias narices. ¿Ese no había hecho un signo que parecía una pistola?
Agarré una botella vacía que estaba a mi lado y me preparé para lo peor.
Miré la foto de carnet que me habían dado y busque a la niña entre los conspiradores pero no estaba ahí.
Una nueva manada de manos dialogantes cruzó la puerta del cole y de repente me vi rodeado de críos que parecían dar vueltas. Sus rostros se alargaban y encogían mientras sus risas mudas se transformaban en diabólicas muecas.
Las manos se movían; cientos de manos produciendo un sonido parecido al ronroneo de un motor bien afinado, un motor que sólo yo podía escuchar. Pronto el ronroneo se convirtió en un ruido atronador.
Los conspiradores intentaban volverme loco, sin duda era ese su plan. Las manos eran cada vez más amenazantes y su forma de moverse debía ser lo que los sordomudos llaman gritar. Me cubrí los oídos pero el ruido de esas manos taladraba mi cerebro. No aguanté más y les grité:
¡Cállense las putas manos de una vez!
Algunos me miraron durante un segundo y luego me ignoraron. Nuevos movimientos de mano celebraban que por fin había perdido la razón.
Sentí que alguien se aproximaba por mi espalda y sin mirar le aticé con la botella. En medio de la sangre distinguí la cara de la niña de la foto. Descubrí en su mirada que ella sí me conocía a mí de antes.

Solté lo que quedaba de la botella y corrí.

2 comentarios:

  1. Desgarrador. Lo que puede hacer la droga en la mente de alguien. Pobre niña el susto que se habrá llevado. Genial. Un abrazo.

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