lunes, 31 de agosto de 2015

El ángel

 Todo ocurrió una tarde cualquiera en un semáforo averiado cualquiera. Los vehículos protestaban en una algarabía de pitos e insultos mientras dos taxistas se culpaban mutuamente de un accidente y un policía tomaba apuntes frenéticos en una libretita.
Nadie se dio cuenta de en qué momento apareció, de repente estaba ahí sin más.
Cabello azabache, piernas larguísimas y pechos ingrávidos. Los vehículos dejaron de pitar y hasta los motores parecieron ronronear inquietos ante la presencia sobrenatural.
El policía seguía rayando la libreta sin mirar, el forcejeo entre los taxistas se convirtió en un abrazo acompañado de bocas babeantes, el mimo no pudo evitar exclamar “madre santa”, el abuelo Edgardo recuperó la erección perdida desde mil novecientos noventa y ocho, a dos niños les cambió la voz y hasta juraría que les empezó a salir pelo en la cara, los novios soltaban con disimulo las manos de sus novias y estas en lugar de enfadarse les palmeaban el hombro comprensivas.
“Hemos terminado” dijo Sandra a Daniel quien preguntó sin interés alguno si era porque él estaba mirando aquella extraordinaria aparición.
“No, es que ahora soy lesbiana” replicó ella apartándose.
Los integrantes del atasco se apiñaban en la esquina y un par de autos se redujeron a acordeones sin que sus dueños hicieran nada por evitarlo. Un médico que se dirigía a su casa sacó el fonendoscopio y se auscultó a sí mismo ante una evidente taquicardia. “A la mierda” dijo arrojando el cacharro al suelo y siguió mirando.
Alguien sacó el teléfono con la intención de tomar una foto y aquel ser etéreo se dio la vuelta.
“No te vayas” exclamaron todos en un único grito de sincronización perfecta.
“Yo voy contigo” dijo Daniel abandonando a Sandra quien lo golpeó con el bolso al grito de “Ella es mía hijo de puta”.
El abuelo Edgardo apuntaba a todos, ahora no sólo con su pene, sino también con su paraguas y lanzaba miradas belicosas como si nuevamente estuviera en la guerra de Corea; Vanessa, que había ensayado su femenina voz durante años ahora gritaba con tono de barítono que se alejaran de su chica, el mimo atacaba con una espada invisible hasta que un motociclista lo golpeó con un casco muy real, los ex-lampiños se intentaban sacar los ojos uno al otro y un novio del que nunca supimos el nombre arremetió contra todos usando como arma un tacón de su (ex)novia que rodó por el suelo cuando se lo quitaron.
El caos se abalanzó sobre la esquina hasta que un disparo se impuso por encima de los ruidos apocalípticos de la gresca.
“Quietos todos” gritó el policía con los ojos inyectados de deseo y con voz almibarada añadió “Señorita permítame escoltarla hasta...”.
No supimos a dónde la quería escoltar aquel infeliz, ella se había evaporado.
Todos miraron confundidos a su alrededor y uno que otro hasta buscó debajo de los autos. “Tal vez era un ángel” aventuró uno de los muchachos, que había recuperado la voz aflautada y perdido el vello corporal. “Debió ser eso” comentó Edgardo con el pene mustio.
En la pequeña casa azul justo frente al semáforo alguien había dado un furioso portazo. Esta vez no había podido dar ni diez pasos en la calle antes de que se desencadenara la locura.
Se quitó los zapatos dejando al descubierto unos pies delicados y al agarrarse para mantener el equilibrio se dio de frente con su reflejo, su maravilloso y deslumbrante reflejo.
Le arrojó enfadada un manolo al espejo y se sentó a llorar su maldición. Unas manos perfectas cubrieron su rostro de ángel y las lágrimas rodaron haciendo que se corriera el maquillaje con el que en vano había intentado afearse un poco para poder salir.


3 comentarios:

  1. Muy entretenido, y con un gran final. Sólo te recomendaría que revisaras un poco la puntuación. Por ejemplo, hay varias oraciones que, por el sentido, podrían cortarse con un punto: "Los integrantes del atasco se apiñaban en la esquina y un par de autos se redujeron a acordeones sin que sus dueños hicieran nada por evitarlo. Un médico que se dirigía a su casa sacó el fonendoscopio y se auscultó así mismo ante una evidente taquicardia."
    Del mismo modo, hay algunos lugares donde hacen falta comas: “'Hemos terminado' dijo Sandra a Daniel, quien preguntó sin interés alguno si era porque él estaba mirando aquella extraordinaria aparición." "El abuelo Edgardo apuntaba a todos, ahora no sólo con su pene, sino también con su paraguas, y lanzaba miradas belicosas como si nuevamente estuviera en la guerra de Corea..."
    Espero que estas sugerencias te sirvan, y que puedas resolver el relato que te tiene bloqueado.

    Saludos!

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Gracias, voy a revisarlo. De hecho esas dos "escenas" cuando aparece y cuando se da media vuelta, las escribí de un tirón para darle un tono más vertiginoso. Tanto que no estaba seguro donde hacer las pausas y efectivamente no me he quedado muy a gusto con las comas y los puntos.
      Espero salir del bloqueo. No sé que tienen los cuentos de terror que se me dan fatal.
      ¡Un abrazo!!

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