Este en particular es mi favorito. No porque sea mejor que los otros, simplemente porque fué mi primer relato. La primera cosa que escribí allá en el lejano dos mil uno.
Ha sufrido mil correcciones y aún sigo viéndolo inacabado.
Días de guerra
Día 124
Es el cuarto mes de
guerra sin cuartel. Mis tropas caen jadeantes al suelo sin
que yo pueda hacer
nada para mitigar su dolor. Por el contrario, con los ojos
encendidos de pasión
les grito inmisericorde: ¡Sigan peleando!
Día 127
Aunque era un acto
irracional, estúpido, suicida; lancé mi horda de
sentimientos,
harapienta, mal equipada, sin entrenar, en un vano intento por
destruir la férrea
defensa que había construido tu orgullo. Ese Orgullo al que
nombraste comandante
en jefe de tus tropas y contra el que nada pudo hacer
Amor Puro,
comandante de las mías, general joven e inexperto, pero valiente
como pocos.
Día 132
El último bombardeo
de palabras crueles que lanzaste acabó con dos de mis
mejores soldados:
Ilusión y Confianza.
Mi Amor Propio se
voló la tapa de los sesos y la Esperanza desertó.
Día 140
Pesimismo me entregó
un informe preocupante: “Se nos acaban las
provisiones.
Tendremos que entregar nuestra bandera”.
El informe completo
decía lo siguiente:
"Nos quedan
recuerdos para una eternidad.
Vida para unos años
Fuerzas para unos
días.
Se nos acabó la
dignidad".
-¿Cuánta paciencia
nos queda? -pregunté nervioso. Nadie supo darme una
respuesta clara.
Día 143
Mi último ataque,
comandado por la Desesperación, descargó una fuerte
metralla de súplicas
que tus tropas repelieron con facilidad. Finalmente los
encargados de llevar
a cabo el operativo perecieron a manos de un pelotón de
promesas rotas.
Fue así como acabé
aquí, en el Waterloo de tu abandono. Con el cañón del
olvido metido en la
boca.
Todo es en vano, al
olvido no le quedan balas...
Día 145
Cuando tus tropas
entraron triunfantes a mis ruinosas trincheras me
encontraron
suspendido en el aire. Me había quitado la vida ahorcándome con
tu mirada. La encontré tirada en un rincón de mi corazón.
Día 146
Mientras tus
sentimientos arrojaban mi cuerpo en un barrizal, encontraron una
nota en el bolsillo
de mi chaqueta. Era mi despedida, un último mensaje cifrado
para que tus
servicios de inteligencia lo decodificasen. No les costó mucho
esfuerzo revelar el
mensaje, era para ti:
“SIEMPRE HABRÍA
ESTADO AHÍ”.
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