La entrada era
carísima. Pero qué demonios, había tetas.
Las copas también
tenían precios abusivos. Pero había que armarse de valor. Era noche
de tetas.
La guapa y escotada
camarera notó que no le quitaba el ojo y pensó que quería otra
copa.
-¿Lo mismo, guapo?
-Sí, con tetas.
Hielo, quise decir hielo.
Se alejó sonriendo
y no supe si no me escuchó o le daba igual. El vaso de “Four
roses” con coca cola apareció en mi mano sin que me diera cuenta.
El billete de veinte también desapareció sin que me percatara.
Una chica pechugona
que parecía estar muy drogada vino tambaleándose hasta mí.
-¿Quieres tocarme
las tetas?
-¿Cómo dices?-
Grité.
-¡Que si quieres
alcanzar tus metas!- Gritó ella aún más fuerte.
Un tipo enorme y
musculoso se acercó y la apartó de mí. Le dijo que ya había
metido suficientes porquerías y que era hora de ir a casa. Me lanzó
una mirada fulminante y tensó los músculos.
No pude evitar
pensar que parecía tener tetas grandes bajo la ceñida camiseta
Calvin Klein.
-¿Qué tetas
creyendo?
-¿Cómo dice?
-¿Qué te estás
creyendo? ¿Que puedes venir a ver si encuentras alguna chica pasada
de tragos para abusar de ella?
-¿Yo? Yo jamás
haría eso.
-Vi como la mirabas,
cerdo.
-Sólo le miraba un
poco las tetas.
El gigante lanzó un
grito y todo se oscureció. Cuando volví a abrir los ojos un bello
par de tetas estaba a pocos centímetros de mis ojos.
-¿Esto es el cielo?
-¿Tetas pasando de
listo conmigo?
-¿Eh?
Era la camarera. No
me repitió lo que había dicho antes pero pude suponer qué era. Me
levanté mareado y tras dar sólo un par de pasos perdí el
equilibrio.
La camarera corrió
a rescatarme. Sus tetas se bamboleban a cámara lenta como en un
capítulo de “Baywatch”. Sentí que la tierra se abría a mis
pies y traté de agarrarme a ella. Me sujeté accidentalmente, lo
juro, de sus tetas.
La siguiente vez que
abrí los ojos, nuevamente había un par de tetas cerca. Miré hacia
un lado para evitar más problemas y noté que estaba tras las rejas
de alguna inspección de policía de barrio.
Bueno, al menos
compartía calabozo con una chica pechugona.
Una voz gruesa y
profundamente masculina se presentó como Samantha.
Un policía abrió
la reja y me dijo:
-Borrachito,
lárgate. Y no busques más problemas.
Lanzó una mirada
asqueada a Samantha.
-¡Tú también
desaparece maricón! Hoy estoy de buen humor.
Salí a la calle y
me di cuenta que no tenía billetera. Un taxi se detuvo a mi lado.
Samantha iba en el
asiento trasero.
-¿Te vienes, nene?
Qué diablos. ¡Tetas
son tetas!
Jaajaaaa!!!!!!!!! buenísimo!!!!!!!!
ResponderEliminarGracias, RO. Abrazos.
Eliminar