sábado, 15 de noviembre de 2014

Clases de vuelo

Otro antiguo relato que rescato del olvido mientras termino mi nuevo cuento.


Clases de vuelo

Juan Salvador Gaviota se aburrió de vivir en el paraíso de la gaviotas.
Estaba harto de realizar los mismos estúpidos ejercicios en busca de la misma estúpida perfección. Harto de la misma playa con los mismos dos soles. La misma arena y el mismo cielo de aquel extraño color al que nunca pudo averiguarle el nombre.
Pero lo peor de todo era que en el paraíso de las gaviotas él ya no era aquel viejo mesías. Era una gaviota mas en busca de lo mismo.
Ya no había a quién decirle “inténtalo", porque todos lo estaban intentando. Nadie a quien decirle “esfuérzate”, porque todos se estaban esforzando. Nadie a quien decirle…
Juan Salvador caminó con el pico bajo hasta llegar al borde del paraíso de las gaviotas. Miró hacía abajo y observó lo que los distintos animales que poblaban la tierra estaban haciendo en esos momentos.
Cerró los ojos y se transportó a la velocidad del pensamiento. Cuando volvió a abrirlos, estaba frente a Chiang, la mas vieja y sabia de todas las gaviotas.
–Maestro - Dijo Juan Salvador emocionado
–¿Qué ocurre Juan?
–Maestro, he descubierto unos animales sumamente interesantes y sumamente inteligentes
–¿Y qué quieres Juan?
–Quiero que me des tu bendición para bajar, unirme a ellos y enseñarles a volar.
Chiang se frotó el pico pensativo y le dijo:
–Muéstrame esos animales tan interesantes Juan.
Cerraron ambos los ojos y a la velocidad del pensamiento se transportaron al borde del paraíso de las gaviotas. Juan Salvador Gaviota le mostró entonces a Chiang un grupo de seres humanos
–¿Son esos Juan los animales de los que me hablabas?
–Sí maestro, esos son.
–Mira Juan, esos animales son, como dices, sumamente interesantes e inteligentes. Pero nadie, ni siquiera tú, podrías enseñarles a volar.
Juan salvador Gaviota insistió, insistió e insistió con tantas ganas que más por desesperación que por convencimiento, Chiang le dijo:
– Está bien Juan, tienes mi bendición. Baja y únete a los humanos. Después de todo, si alguien puede llegar a enseñarles a volar, ese sin duda eres tú.
Juan Salvador Gaviota cerró una vez mas los ojos y desapareció tras un extraordinario destello que iluminó toda la playa.
Fue lo último que se supo de él.
Muchísimo tiempo después, un día cualquiera, en esa misma playa. Surcó los aires una blanca y resplandeciente criatura que llevaba en su pico una ramita.
Al verla todas las gaviotas gritaron sorprendidas:
–¡Maestro, la paloma de la paz!
Chiang les dijo que no podía ser la paloma de la paz, porque la paloma de la paz había muerto hacía años en un tiroteo. No recordaba ahora si había sido en oriente medio, en Colombia o en una calle Neoyorquina. El caso es que ese pajarraco llevaba tiempo muerto.
Aquel sorprendente ser, rama en pico, se posó en la playa y todos pudieron ver que no era la difunta paloma de la paz. Era Juan Salvador Gaviota que volvía, mas hermoso que nunca y llevando en su pico unas hojas de marihuana.
Juan Salvador se acercó a Chiang, la mas vieja y sabia de todas las gaviotas, dejó a sus pies la maría y le dijo:
–Maestro. Estábamos totalmente equivocados, de todos los animales, los hombres….¡Son los que mejor vuelan!

2 comentarios:

  1. Divertido y muy bien narrado.
    Gran imaginación la tuya. Me pregunto si tendrás alguna fuente secreta de inspiración...
    Abrazo.

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    1. No de ese estilo jajaja. Ya soy bastante raro sin tomar "clases de vuelo".

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